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La educación STEM: una síntesis de las pedagogías del siglo XX


Imagen generada por IA
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Durante años hemos escuchado que la educación debe cambiar, que necesitamos conectar lo que se enseña con el mundo real, y que debemos preparar a los estudiantes no solo para pasar exámenes, sino para resolver problemas, trabajar en equipo, pensar con creatividad y actuar con responsabilidad. La educación STEM surge como respuesta a esta necesidad urgente, no como una moda pasajera ni como una simple inclusión de tecnología en el aula, sino como una transformación profunda y coherente que se basa en décadas de evolución pedagógica.


En muchas ocasiones se entiende a la educación STEM como algo completamente nuevo, pero si miramos con atención, nos damos cuenta de que, en lo pedagógico, no tiene tanta novedad en sus fundamentos. De hecho, sus principios están inspirados en las grandes corrientes educativas del siglo XX. Lo que sí resulta verdaderamente novedoso y poderoso es que por primera vez se propone una forma concreta y estructurada de llevar esas ideas al aula, de manera práctica, integrada, con criterios claros y con un enfoque que compromete a toda la institución educativa.


La educación STEM propone una nueva forma de ver la enseñanza y el aprendizaje, basada en la resolución de problemas reales, la integración de saberes y el protagonismo del estudiante. Esto implica que no se trata simplemente de una forma de enseñar más ciencias o más tecnología, sino de transformar la lógica escolar, los roles tradicionales del docente y del estudiante, y las formas en que entendemos el conocimiento. Es un cambio de fondo, no de forma.


Veamos cómo se nutre de las pedagogías que marcaron la historia de la educación moderna:


Imagen generada por IA. Solo como referencia
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Del Constructivismo, representado por autores como Jean Piaget, Lev Vygotsky y Jerome Bruner, toma la convicción de que el conocimiento se construye activamente. Aprender no es recibir información, sino construir sentido. Esto implica que los estudiantes aprenden cuando se enfrentan a situaciones que los desafían, cuando tienen que reflexionar, tomar decisiones, proponer soluciones. En este marco, el rol del docente cambia, ya no es el transmisor de información, sino el que diseña experiencias, guía procesos, hace preguntas clave, ofrece andamiajes temporales y permite que cada estudiante avance a su ritmo, desde lo que sabe y puede hacer.


Del Aprendizaje Significativo, una propuesta desarrollada por David Ausubel, hereda la idea de que para que el aprendizaje sea profundo y duradero, debe conectarse con los conocimientos previos del estudiante. No basta con que el contenido sea correcto o esté bien explicado. Si el estudiante no encuentra sentido, si no logra enlazarlo con lo que ya sabe, si no comprende su utilidad o su aplicación, el aprendizaje será superficial. La educación STEM pone un fuerte énfasis en el contexto, en el punto de partida del estudiante, en su entorno, su cultura, su lenguaje y su experiencia. Por eso se diseñan actividades con propósito, no solo con contenido.


De la Escuela Activa, inspirada por John Dewey, María Montessori, Ovide Decroly y Célestin Freinet, retoma la idea de que se aprende haciendo. El cuerpo, la manipulación, la experiencia concreta, el error, el ensayo y la acción son elementos esenciales del aprendizaje. Esta pedagogía valoriza el interés del estudiante, su autonomía, su creatividad. En la educación STEM esto se traduce en proyectos, retos, laboratorios, construcción de prototipos, visitas a campo, interacción con la comunidad, exploración de problemas reales. No se trata de aprender para hacer, sino de hacer para aprender.


Del Humanismo, especialmente de Carl Rogers y Abraham Maslow, toma el enfoque centrado en la persona. La educación no puede ser solo instrucción, es también acompañamiento, cuidado, motivación. El aprendizaje ocurre en contextos emocionales, y por eso el clima del aula, la relación docente-estudiante, el respeto por la individualidad y los procesos personales son tan importantes como los objetivos cognitivos. La educación STEM promueve el desarrollo de la autonomía, la autoestima, el pensamiento crítico y la capacidad de tomar decisiones responsables. Y lo hace en ambientes donde el error es parte del camino, y donde se valora el proceso tanto como el resultado.


De la Pedagogía Crítica, cuyo principal exponente es Paulo Freire, se inspira en la idea de que educar es también transformar la realidad. El conocimiento no es neutro, ni puede estar desligado de los contextos de poder, de justicia, de equidad. La educación STEM, bien entendida, no se queda en el uso de tecnología o en la integración de disciplinas, sino que promueve una mirada ética y socialmente comprometida. Los estudiantes no solo deben aprender a resolver problemas técnicos, sino a preguntarse qué problemas vale la pena resolver, para quién, con qué consecuencias. Así, la ciencia y la tecnología se ponen al servicio del bien común, del desarrollo sostenible, de la justicia social.




Imagen Generada por IA. Solo como referencia.
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En el enfoque de educación STEM, no solo importa qué se enseña, sino cómo se entrega ese conocimiento en el aula. El “delivery” pedagógico, la manera en que el docente facilita el acceso al conocimiento, se concibe de forma intencional, flexible y situada. A diferencia de los modelos tradicionales centrados exclusivamente en la transmisión directa, la educación STEM propone que el docente actúe como guía de procesos, capaz de activar distintas estrategias según el momento, el grupo y los propósitos. Esto incluye desde la formulación de preguntas retadoras, el diseño de actividades basadas en la resolución de problemas, hasta la creación de contextos que despierten la curiosidad y conecten el aprendizaje con el entorno real. Pero también reconoce que las clases magistrales bien diseñadas y pertinentes tienen un lugar valioso, en determinados momentos, explicar, sistematizar o narrar es necesario y eficaz, siempre que se haga con conciencia pedagógica.


En este enfoque, los estudiantes acceden al conocimiento de múltiples formas, explorando, haciendo, colaborando, investigando, reflexionando y escuchando al maestro. El desafío no es eliminar formas de enseñanza, sino articularlas de manera coherente para que el aprendizaje sea profundo, significativo y activo.


Con todos estos elementos, queda claro que la educación STEM no es una receta ni una metodología aislada. Es un marco de sentido, una propuesta pedagógica que articula los mejores aportes de las pedagogías del siglo XX y los pone en diálogo con los desafíos del siglo XXI. ¡Y esa es su verdadera fuerza!


No se trata de reemplazar lo anterior, sino de hacer que por fin esas ideas lleguen al aula, se vivan en las escuelas, se materialicen en la planificación de los docentes, en los espacios de formación, en la evaluación, en la cultura institucional. La educación STEM es una forma de decir, ya sabemos lo que hay que hacer, ahora hagámoslo posible.


Por eso, cuando hablamos de educación STEM, no hablamos solo de laboratorios o código. Hablamos de una manera de enseñar y aprender profundamente pedagógica, que pone al estudiante en el centro, que lo conecta con el mundo, que lo reta a pensar y a actuar. No es una moda ni una imposición, sino una oportunidad para recuperar lo mejor de nuestra tradición educativa y llevarlo más lejos, con sentido, con propósito y con compromiso.

La educación STEM no inventa la pedagogía, pero sí propone un camino para llevarla a la práctica con sentido, estructura y propósito. Y eso, en el mundo educativo actual, es una auténtica innovación.


Para quienes han tenido la oportunidad de leer nuestros libros, encontrarán con seguridad un hilo conductor sobre las ideas expuestas. Por eso los grandes avances en la educación, como lo son los estándares curriculares de referencia internacional, como los NGSS, han aportado mucha sustancia al significado que tiene la educación STEM para la comunidad educativa.


Decir que la educación STEM no es nada nuevo, es fácil. Lo difícil es lograr que, por fin, todo eso que sabemos que funciona suceda en las aulas. Ese es el verdadero reto. Y también, nuestra responsabilidad.

 
 
 

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